viernes, 31 de mayo de 2013

diez actitudes básicas para convivir en paz


(Antes de comenzar, piensa si realmente la paz es un valor importante y necesario en tu vida. Pregúntate si es uno de los elementos no negociables de tu existencia, y si realmente no te importa sacrificar por ella tu orgullo, tu comodidad o tu posición en el mundo. Si realmente es así, esta entrada es para ti. Si no, pues no.)
  1. Valora la paz por sobre todas las otras cosas. Pregúntate siempre si estás razonando o reaccionando. Pon en la balanza todas aquellas cosas que podrían, según tú, merecer la pérdida o el deterioro de la paz, y pregúntate hasta qué punto realmente es así.
  2. Empieza por ti: acéptate tal como eres, haz las paces con aquellos atributos que consideras 'defectos', perdónate tus metidas de pata en el pasado y aquellas que posiblemente cometerás en el futuro. Acepta, sobre todo que hablando de humanidad la perfección es inalcanzable y tú no eres la excepción, a no ser que no seas humano o humana. 
  3. No lo tomes todo a lo personal: lo que crees que las demás personas 'te hacen' o cometen 'contra ti' no TE lo hacen CONTRA TI, sencillamente lo hacen porque está en su naturaleza actuar o reaccionar así ante la vida. Esto se aplica desde el simple pisotón en el trole atestado de gente hasta la traición de pareja. Aunque la mala intención parezca evidente, la agresión pertenece más al agresor que al agredido, y no tenemos por qué hacernos cargo de una situación ajena. (Ahora, no nos confundamos: si es una agresión física leve o grave, si incurre en el abuso verbal, o si es una agresión que sobrepasa los límites de la legalidad, es importante tomar medidas proporcionales de protección y control.)
  4. Deja de lado tu egocentrismo: las cosas malas que suceden, las cosas malas que otros cometen, las leyes, los accidentes de tránsito, las interminables colas en los bancos... no existen solamente para fastidiarte. Los planetas giran alrededor del sol, ¡no de ti!
  5. Recuerda la frase de Jesús en la cruz: Perdónales, porque no saben lo que hacen. Muchas veces, quienes nos agreden o lastiman no tienen consciencia del daño que nos hacen o del dolor que nos causan. Tal vez, si lo supieran a ciencia cierta, no lo harían. Pero ojo: tampoco te coloques en la posición del ser magnánimo que como es taaaan bueno y magnánimo PERDONA a los demás desde su pedestal solo para sentirse superior al resto.
  6. Ten humildad para recibir una disculpa: nunca, pero nunca, aproveches el momento en que una persona te ofrece una sincera disculpa para echarle encima toda tu rabia a pretexto de la 'sinceridad' o el desahogo. Recibe el gesto con nobleza y grandeza de alma. Si tu orgullo herido interfiere demasiado, di que necesitas tiempo, pero no agredas más. De seguro para la otra persona tampoco ha sido fácil dar ese primer paso.
  7. No pidas perdón: cuando haces daño a alguien, en el momento en que le pides perdón le estás dando un trabajo extra, pues aparte del dolor de la ofensa esa persona tiene que encargarse de pasar por encima de sus sentimientos y "perdonarte". En lugar de pedir -y a veces exigir - perdón, manifiesta un sincero "lo siento", "qué pena" o "lo lamento" y deja que la otra persona siga su proceso hasta cuando sus aguas se aquieten.
  8. Recuerda el viejo aforismo que reza: Si la palabra vale plata, el silencio vale oro. ¿Es realmente indispensable quedarse con la última palabra, cerrar una discusión con una frase lapidaria, ganar el primer premio de sarcasmo o indirecta? Recuerda muchas veces que, al ganar una pelea o discusión podemos terminar perdiendo una relación... ¿crees que merece la pena?
  9. Si realmente piensas que es importante una relación o una situación, y sin llegar a extremos de hipocresía, disimula un poco cualquier cosa. Con demasiada frecuencia, el apodo de la Sinceridad es "Grosería".
  10. Aprende a abandonar escenarios peligrosos: si ves que la cosa se está poniendo fea, mejor retírate antes de que la situación se ponga violenta o te obligue (?) a reaccionar con violencia.Y nunca, bajo ningún concepto, provoques conscientemente una agresión ajena con cinismo o mala intención.